Soltar la mochila del lipedema

Nuestros eventos del pasado, muchas veces no resueltos, pesan como una losa y marcan nuestro bienestar emocional. Cuando la situación nos desborda, cuando ya no podemos controlarlo por nosotras mismas, la atención psicológica es vital.

«La luz que buscas, esa que necesitas para iluminar tu camino, eres tú». Laura Chica

Cuando el pasado pesa tanto como el lipedema

«No comas eso que engordas», «falda mejor no, te marca los michelines«, «como sigas así no vas a caber en la ropa»… ¿Cuántas veces habrás escuchado esas frases a lo largo de tu vida? Seguramente cientos de veces, desde muy pequeña, grabándose con fuego en tu subconsciente.

Creías que lo tenías superado y no es así, todos esos recuerdos vuelven cuando sabes que la razón de que tu cuerpo sea así tiene un nombre: enfermedad de lipedema. Tu mente hace un “clic” y esos pensamientos del pasado regresan para recordarte cómo te veía tu familia, como te trataban los niños en el colegio o tus amigas, comentarios que para ellos no tenían importancia, pero que a ti te afectaron. Ahora todo aquello que considerabas superado adquiere todo su sentido y vuelven a abrirse las viejas heridas.

Tranquila. Desde estas líneas daremos un poco de luz a esa oscuridad que te domina.

Lipedema ¡Por fin sé lo que tengo!

“No estoy loca”, es lo primero que piensas al descubrir que tu sufrimiento es real. Tienes lipedema, una enfermedad que hoy en día no tiene curación. Es el momento de entender la enfermedad y aceptarla porque, al fin y al cabo, te toca convivir con ella. Asimismo, es vital conocerte para poder cuidarte y quererte tal como eres.

¡Empecemos por decir que eres una valiente! Si, valiente, porque has comenzado a decir en voz alta que tienes lipedema. Y, ¿qué? Sí, te tocará cuidarte más, tener unos hábitos saludables, descanso y hacer deporte apropiado. Esta es la forma en la que el lipedema no te dominará.

Si cumples con estas pequeñas premisas, podrás mitigar su avance, que no te gane la batalla, y sobre todo aumentarás tu autoestima para dejar atrás los comentarios o miradas sobre ti. ¡Tú te gustas como eres! Este pensamiento te dará poder para enfrentarte al día a día (que no es poco). ¿Quién dice que tú no puedes?

Si necesitas ayuda profesional, pídela

Para una mayoría de vosotras descubrir que tenéis lipedema es muy duro y no sabéis por dónde comenzar. Nadie dice que es fácil, ni que tengáis que superarlo solas.

Hablemos de esos recuerdos e ideas que nos vienen a la mente, a veces de manera recurrente, hasta llegar a convertirse en una obsesión, algo que nos impide ser felices y aceptarnos tal como somos. “Tengo que seguir demostrando a los médicos que no exagero cuando hablo de dolor si me tocan las extremidades…”, o “todavía me cuesta decir sí a una ‘quedada’ con amigas en una piscina”.

Nuestros eventos del pasado, muchas veces no resueltos, pesan como una losa y marcan nuestro bienestar emocional. Nos han hecho vernos gordas y diferentes, odiamos nuestras piernas, sufrimos, y no nos atrevemos a quejarnos porque nos han llamado en más de una ocasión “la pupas” … Nos ocultamos, escondemos nuestro cuerpo, nos sentimos diferentes… Y todo eso lo cargamos a nuestras espaldas como una mochila que no nos permite avanzar y disfrutar nuestro día a día. Pesa más ese estigma que saber finalmente lo que tienes.

¿Cómo podemos soltar esa pesada mochila?

Lo primero es ponerte en manos de un profesional con experiencia en la enfermedad de lipedema, y en el que puedas confiar. Trabajarás la nutrición, la compresión, el ejercicio y el descanso.

Cuando la situación nos desborda, cuando ya no podemos controlarlo por nosotras mismas, la atención psicológica es vital.

¿Cómo te sientes? ¿Cómo quieres que sea tu vida a partir de ahora? Este debe ser tu objetivo principal. Cada paciente proyecta sus emociones de distinta manera y tiene necesidades diferentes. Por eso, el tratamiento no es igual para todas. Hay que trabajar la autoconfianza, la aceptación de nuestro cuerpo. Un psicoterapeuta te acompañará por ese complejo proceso de aceptación de la enfermedad, ya sea mediante un tratamiento individualizado o participando en un grupo de apoyo.

El grupo de apoyo, que no es terapia, nace precisamente para atender todas esas emociones que nos desbordan. La principal cualidad de estos grupos es que las pacientes se ven reflejadas en las otras. Es el efecto “espejo”. Gestionar la enfermedad, sentir esa responsabilidad, tener que aprender a vivir una nueva vida es un aprendizaje para todas, cuesta y se siente como un gran peso, pero es importante para mejorar el bienestar.

Recuerda: No estás solas. Busca apoyo fuera.

En el grupo, las pacientes encuentran el apoyo que les falta en el exterior. Se comprenden: “Sí, ¡a mí me pasa lo mismo!”, señalan a menudo. Se apoyan y se desahogan juntas. El “qué me pasa y por qué” se va diluyendo y eso las tranquiliza.

Algunas no se atreven a contar lo que sienten. En estos casos, existe una herramienta muy terapéutica: escribir un diario. Una forma sencilla y muy beneficiosa para conocernos mejor, liberar nuestras preocupaciones, también para averiguar qué nos va bien, qué nos funciona, cómo vamos avanzando, cómo nos sentimos. Es un método liberador que nos ayuda a hacer un seguimiento de nosotras mismas.

Buscar apoyo fuera, ya sea con un psicólogo, un grupo de apoyo o, incluso, una asociación, es imprescindible, ya que nos ayuda a conocer la enfermedad, a entender que no estamos solas y a resolver nuestras inquietudes. Asociarse sería el primer paso para despejar todas esas dudas que nos inquietan; en ellas, encontraremos asesoramiento, una buena guía y excelentes consejos.

Por último, atrévete a compartir y apóyate en personas de confianza que estén pasando por lo mismo. Todo ayuda. Es pensar en un antes y un después.

Hay que aprender a vivir con ello de la mejor forma posible. Ser pacientes y constantes. ¡Empieza hoy mismo!

Aquí os dejo el podcast en el que me entrevistaron y en el que conversamos sobre muchas de las cosas que menciono en este post:

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